Cómo llegué al fanatismo de la radioafición

Cuando yo tenía más o menos unos cinco años de edad, o sea en 1972, mi padre sintonizaba onda corta con una radio Zenith Trans-Oceanic Royal 1000, que era originariamente de mi abuelo. Yo siempre me ponía cerca de la radio a escuchar las emisoras de broadcasting, junto a él ya que me apasionaba hacer escucha de las estaciones que llegaban desde tan lejos, con ese audio que va y viene. Mi  intriga  era saber desde dónde venían esas ondas, ya que la mayoría de las veces era todo en inglés, alemán, etc. Siempre le preguntaba a mi padre de dónde era la emisora que estábamos escuchando, él me decía el país y luego lo buscábamos en el atlas; me comentaba los kilómetros de distancia y todas esas cosas que hacían más difícil poder entender cómo llegaban esas ondas volando desde tan lejos hasta esa radio. En aquella época vivía en un edificio torre en el piso 11, en Av. Pueyrredón y Av. Santa Fe de la Ciudad de Buenos Aires, el cual para aquella época era muy alto y tenía una vista muy despejada. Mientras escuchaba la radio miraba hacia el horizonte tratando de imaginarme de dónde provenían esas ondas que luego entraban por la antena y se transformaban en audio; no lograba entenderlo, lo mismo me pasaba con la televisión. Cuando era chico había tres cosas que me eran muy difíciles de comprender. Una era la religión: me preguntaba cómo Dios podía estar en todos lados. La segunda era que el espacio fuera infinito; y, por último las ondas de radio: cómo llegaban desde tan lejos sin poder verlas.

Para aquella época mi abuela me regaló unos intercomunicadores que eran unas cajitas verdes de 15 x 15 cm. unidas por un cable de unos 7 metros. No llevaban pilas, únicamente un parlantito que servía también de micrófono; mientras uno hablaba el otro se tenía que pegar a la oreja la otra cajita y con eso jugaba con mis hermanos. El problema era que ellos se terminaban aburriendo antes que yo, pero al ser el mayor de los tres generalmente los convencía. En esa misma época, a raíz de esos intercomunicadores, mi padre me comentó que cuando él era chico jugaba con dos latas de conserva unidas por un piolín que tenía que estar tirante, así que con esto también jugué un poco; pero no me resultaba tan divertido ya que teníamos que estar en un mismo ambiente para poder tener tirante el hilo para que funcione, pero así se perdía la magia de escuchar y no ver a la otra persona.

Fueron pasando los años y me empezó la curiosidad por transmitir mis propias ondas de radio. Cuando cumplí más o menos 10 años les pedí a mis padres que me compraran unos walkie-talkie (que todavía conservo) para jugar con mis hermanos. Era algo espectacular, nos pasábamos el día uno en el comedor y otro encerrado en un dormitorio hablando y jugando a SWAT, o uno en la vereda y el otro asomado por la ventana orientando la antena para poder llegar sin mucha interferencia. Luego jugábamos sobre la Av. Santa Fe, uno de cada mano, íbamos hablando y jugando con todas esas fantasías que cuando uno es chico tiene en su cabeza (que lamentablemente con los años se pierden), y descubrí que cuando se nos cruzaba un colectivo perdíamos la señal. Mi gran hazaña fue hablar con otro chico que nunca conocí personalmente, que vivía en un edificio del otro lado de la Av. Pueyrredón.

En una ocasión le pregunté a mi padre cómo podía hacer para poder hablar con gente de otros lugares o sea,  tener mi propia emisora de radio, y él me comentó que creía que era algo muy difícil, que había que sacar ciertos permisos burocráticos y mi ilusión se perdía, pero yo seguía jugando con mis walkie-talkie y escuchando radio onda corta.

Luego me puse a experimentar con el televisor; ya para esta época tenía unos 15 años. Nos habíamos mudado a 200 metros de donde vivíamos y la terraza estaba en un piso 12. Descubrí que con el sintonizador manual del televisor podía escuchar también algunas emisoras de radio FM y de servicios, entonces me puse a experimentar con la antena en la terraza; la levanté un poco más, todo lo que el caño daba, y la apunté para el lado del Río de la Plata o sea Uruguay. Cuando atardeció, sorprendentemente, pude ver otros canales, uno de Montevideo y otro que no recuerdo de dónde era, pero cuando oscureció empecé a perder la imagen y no entendía el porqué, luego aprendí que eso era efecto de la propagación. Al día siguiente tuve que ir a poner las antenas como estaban originariamente, ya que mis padres no podían ver bien la televisión local debido a que los canales se veían con fantasma.

Pasó el tiempo, yo ya tenía 20 años, cuando un día fui a la casa de mi tío, y lo escuché comentar que  tenía una radio y hablaba con un familiar de Italia, y que desde el auto habló con Ushuaia. Yo me quedé sorprendido, no podía creer lo que había escuchado; la información que durante años había estado buscando llego a mí sin que nadie la llamara, así que le pedí por favor que me mostrara la radio que él tenía en su habitación. Ahí fuimos, ya estaba encendida y se escuchaba el ruido de fondo de la banda. Se puso a buscar y encontró estaciones de Puerto Rico, Brasil, EEUU, y locales de Argentina; por supuesto lo bombardeé a preguntas para ver como podía hacer yo para tener un equipo de ésos. El equipo era un BC 11 Metros Cobra 148 GTL, y había que sacar un permiso en la Secretaría de Comunicaciones que no era muy complicado. Por supuesto yo, en ese momento no tenía ni idea de todo esto y pensé que las frecuencias eran más o menos todo lo mismo. El primer día hábil, o sea el lunes, fui a averiguar a un negocio por un equipo que tuviera todas las frecuencias y que fuera él más completo, por supuesto el vendedor no me entendía mucho y me preguntó para qué lo quería y qué tipo de frecuencias quería utilizar, pero ninguno de los dos logramos entendernos, no me entraba el la cabeza que habían distintos tipos de frecuencias y modos. A todo esto faltaban pocos días para mi cumpleaños número 21 (1988) y les pedí a mis familiares que me regalaran dinero para poder llegar a comprarme un equipo de radio. Luego fui a otro lugar que tenía los mismos equipos y a los pocos días terminé comprando uno handies alemanes viejos y usados que transmitían en una sola frecuencia en la banda de 11 Metros y en modo AM, y me costaron U$S 100, que en aquella época era un montón de dinero (al menos para mí). Ya con eso logré comunicarme un poco más lejos que con los walkie-talkie de juguete que tenía, pero no reunía para nada mis expectativas. Luego, a este mismo comerciante le compré un Cobra 148 GTL DX usado, para la banda de 11 metros AM y SSB, y una fuente regulada de 13,8 volts. de 15 amperes. Ya esto para mí era un lujo, pero el problema era que no tenía antena ni tampoco más dinero para poder comprarla. Mi tío me prestó una antena magnética del auto, y yo la puse sobre la baranda del balcón de un 2do. piso, por supuesto el cable coaxial RG58 atravesando todo el living, ya que mi dormitorio estaba en la otra punta del departamento. Imagínense lo contentos que estaban mis padres. Y con eso empecé a hacer escucha y hablar con mi tío que estaba en el barrio de Caballito a 7 Km. de mi casa, y con unos familiares de mi tío que vivían en Ramos Mejía a unos 16 Km. Lo único que pude comunicar del exterior fue con Brasil. No había caso. Tenía que poner la antena en la terraza, así que compré la antena vertical Magnum con 4 planos de tierra y mi padre me regaló la torre, cables, etc. y la mano de obra de la instalación, luego de pedirle por favor conjuntamente con mi hermano. Así, me instalaron 3 tramos de torre y la antena vertical Magnum, con un cable RG-8 que funcionaba muy bien.

A partir de ese día cambió mi vida. Prendí la radio y ya era otra cosa, las estaciones se escuchaban fuerte, y empecé a contactar a gente de este país hasta que llegué a contactar con Japón, Nueva Zelanda, Nueva Caledonia, Australia. En fin, contacté a más de 100 países en un año. Los amigos que tenía en radio, que algunos sigo viendo hoy en día, me decían que yo tenía que hacerme radioaficionado por el tipo de radio que me gustaba que era y es el DX. Y así fue que un día fui a la Secretaría de Comunicaciones y me anoté para rendir el examen. A los pocos días lo rendí y me otorgaron la licencia LU8ADX. El problema era que a mí no me gustaba la letra X para codificarla y pregunté si podía pedir el cambio de mi flamante licencia. La señora  que me tomó el examen María Ángela Rolón, me respondió que sí, pero por lo que ella había hablado conmigo y observado del examen, se dio cuenta de que me gustaba mucho el DX y era por eso que me habían otorgado esa licencia: LU8ADX. Por supuesto nunca la cambié y no creo que la cambie, la siento como parte mía.

En aquella época me compré un Yaesu FT-212 – 2 Metros FM, y agregué una nueva antena para esta banda. Esta vez lo hice yo mismo, trepándome a la torre y ajustando la antenita. Empecé a charlar y a meterme en este nuevo mundo que es la radioafición, un lugar más correcto, tranquilo a lo que yo estaba acostumbrado. En septiembre de 1991 me compre un Kenwood TS-450SAT y empecé a experimentar en la banda de 10 metros con la antena vertical que tenía. Me acuerdo que empecé a llamar DX y el primer país que me contestó fue una estación de España, luego Colombia, Islas Canarias, Nueva Zelanda, USA, Puerto Rico y Guatemala. Estos fueron los países que contacté en mi primer día de DX como radioaficionado. Estaba feliz. No podía creerlo.

Un par de años más tarde pude cambiar la antena por una JVP34DX, que es una antena de 4 elementos para 10-15-20 Metros, puse el rotor, cambié la torre por una más fuerte y puse 4 tramos, o sea 12 metros, con 2 dipolos, uno para 40 Mts. y el otro para 80 Mts.. Ya tenía la estación que había soñado durante años, había hecho realidad uno de mis sueños.

En octubre de 1993 hicimos un concurso desde el Radio Club Argentino LU4AA el CQWW – SSB operando la licencia especial L40A, fue una experiencia increíble. En ese fin de semana aprendí mucho escuchando y operando con amigos como por ejemplo LU7DW, LU2ATR, LU6EF, LU1CFU, LU3CF, LU1ARL, LU2BDG, LU6BEG y alguno más que hoy no recuerdo. A partir de ahí comencé a participar en distintos concursos, hasta que me llevé una sorpresa, ya que en el primer concurso internacional que hacía en la banda de 10 Metros en Febrero de 1994, recibí un certificado otorgándome el 1er. puesto en Sud América, y desde entonces participé en varios concursos y he recibido varios certificados. En esta época, compré un amplificador Ameritron AL-811 de 600 Watts. para HF; lo miraba sobre mi escritorio y no lo podía creer: tener un amplificador es el sueño de cualquier radioaficionado “DXer”.

En Diciembre de 1996 intentamos hacer una expedición con LU7DW, LW8EXF, LW8DPZ, LU8ERR y yo a la Isla Uruguaya Timoteo Domínguez IOTA SA-057, pero no pudimos llegar debido a un fuerte temporal que casi nos dio vuelta la lancha con todos los equipos y parte del staff. Así que nos quedamos experimentando y haciendo algunos contactos de radio desde la Isla Martín García IOTA SA-055 que era el punto intermedio para llegar a nuestro destino. Por supuesto como cualquier fanático del DX me gustaría poder ir a alguna expedición o concurso de algún lugar extraño. Quién sabe, tal vez cuando actualice esta historia ya tenga que agregar mi nueva experiencia.

En 1998 vendí mi equipo TS-450 SAT, cosa que me costó mucho, por el valor afectivo que para mí  tenia, pero le quedó a mi amigo Robel LU1CNM. Luego compre el TS-870. En 1999, me mudé a un nuevo departamento sobre la Av. Córdoba, en el cual armé los 4 tramos de torre en un piso 12 con la antena direccional de 4 elementos para 10-15-20 metros, dos dipolos para 40 y 17 metros, y una vertical bi-banda Comet para 70 cm. y 2 mts.  Para VHF y UHF tengo un Kenwood TM-741, que conseguí por intermedio de un amigo en una oferta. Por supuesto uno siempre tiene ganas de seguir agrandando la estación y también tengo ganas de experimentar otros modos de transmisión en los que de a poco iré incursionando.

En estos 11 años que tengo transmitiendo en radio, he contactado y confirmado mas de 300 países del DXCC, tengo casi 30.000 comunicados, cajas llenas de QSL´s, un cajón lleno de certificados y muy lindos recuerdos de los primeros contactos, concursos, expediciones, cenas y reuniones en VHF con mis amigos de radio.

Les comento que, a pesar de los años que han ido pasando, cada vez que me pongo a hacer escucha o salgo a transmitir, al orientar la antena, sigo imaginando las ondas de radio que van y vienen como en aquellos años en que con mi padre nos poníamos a escuchar en la Zenith Trans-Oceanic onda corta. Gracias por haber aguantado hasta aquí y espero que les haya gustado ésta, mi historia como radioaficionado.

Buenos Aires, 13 de agosto de 2000.

Agradezco la colaboración en la redacción y armado del presente texto a: Adriana Oviedo y Paula Manghi. 

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